top of page

Apuntes que señalan un camino. El caso Otxandiano.

  • EH Bizirik
  • hace 16 horas
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: hace 2 horas

Hemos leído con estupor en la prensa la noticia del ataque con bengalas sufrido por Aritz Otxandiano en su domicilio, difundida por él mismo en una red social. Tanto él, como los medios que se hacen eco de sus declaraciones, pretenden vincular el ataque con la disputa relativa a las macrorrenovables. Establecer esta relación, cuando no hay evidencia que la demuestre, es una manera de criminalizar intencionadamente los movimientos populares activos en Euskal Herria para la defensa del territorio y en contra del despliegue de esa industria. Es una estrategia ya bien conocida, que hemos señalado y denunciado en varias ocasiones.


En este caso, esta vinculación infundada pretende quitar legitimidad en el debate público a un planteamiento, cada vez más aceptado socialmente, contrario al de todos los partidos del arco parlamentario que apuestan por un despliegue de macroproyectos y no cuestionan a las transnacionales energéticas como sus ejecutoras principales. Corporaciones auspiciadas por fondos de inversión que han adoptado la descarbonización como excusa para mantenerse en las dos esferas - la fosilista y la llamada transición verde - y seguir valorizando un capital que necesita expandirse cada vez más desmesuradamente, en sus pretensiones de máxima acumulación. Dentro de estas posiciones encontramos a partidos cuyo diagnóstico reconoce la crisis ecosocial actual, pero no presentan alternativas fuera del modelo dominante que la provoca. En consecuencia, es difícil distinguirlos en sus propuestas prácticas de los partidos que no tienen ningún problema en alinearse directamente con las élites económicas. Esta paradoja evidencia las contradicciones de la solución que proponen. Y esto no les gusta.


Aquí nos encontramos con el caso del señor Otxandiano, que manifiesta claramente esta postura. Siendo un responsable de una corporación empresarial al uso, juega con un discurso ecosocial para vendernos la necesidad de no cuestionar un despliegue con consecuencias muy graves para nuestro pueblo:


  • Ecológicas, ya que se pretende destruir las zonas naturales que, con dificultad, han sobrevivido a esta vorágine capitalista. No hay duda al respecto. Presionados por los movimientos sociales que denunciamos la creación de “zonas de sacrificio” de la industria renovable, han tenido que modificar el discurso de que estos macroproyectos son compatibles con la protección del medio natural. Sin embargo, siguen con el mantra de que debemos sacrificar una parte del territorio que nos sustenta para contribuir a que estas compañías nos salven del cataclismo.


  • Sociales, ya que se pretende alterar las formas descentralizadas de toma de decisiones, marginando a las personas que habitan el territorio en favor de una centralización cada vez más autoritaria. Esto provoca confrontaciones dentro de las comunidades que rompen el frágil apoyo mutuo en que se sustentaban. Una comunidad desunida no puede ofrecer resistencia ante una embestida de estas características.


  • Culturales, derivadas de la supresión de figuras comunitarias y colectivas que nos han conformado como sujetos vinculados a un territorio, en el que a su vez se enraízan nuestras respuestas y resistencias.


  • Económicas, ya que nuevamente nos encontramos ante un escenario que desprecia lo rural como fundamento de todo, como base de subsistencia donde se funde lo natural con la organización del suministro de la principal energía: el alimento. Se desplaza a este medio de su función de mantener vivas las condiciones ecológicas necesarias para nuestra continuidad como especie. La instalación de placas solares y aerogeneradores, en unas tierras cuyo cometido ha sido el de producir alimentos y proporcionar otros servicios de utilidad pública, se justifica paradójicamente en nombre de un supuesto interés general. Esta dinámica favorece que los pueblos y aldeas pierdan los requisitos necesarios para poder vivir en ellos. En Euskal Herria supondría dejar el territorio rural sin defensa alguna ante la despoblación, a la vez que el modelo de vida urbanita coloniza nuestras mentes.


  • Políticas, ya que organizan el escenario público acorde a unos intereses corporativos, que pretenden que asumamos como propios.


La solución que proponen es contradictoria. ¿Cómo se puede defender un discurso anticapitalista y pretendidamente decrecentista y a la vez apostar por la gran industria y por un modelo energético que, aún con otras fuentes, reproduce exactamente el modelo fósil? Para no enfrentar estas contradicciones, se intenta deslegitimar a quienes dicen que “el Rey está desnudo”. Es claramente una manipulación, que, además, en este caso no se realiza con argumentos intelectuales, como otras veces, sino apelando a las emociones provocadas por un hecho de violencia.


En las breves declaraciones de Otxandiano, cabe además una segunda manipulación que también tenemos que señalar y denunciar, pues aprovecha la situación para defender la expansión de las renovables “a todas las escalas” como alternativa al “capitalismo fósil de Trump”. Parece mentira que a estas alturas todavía no hayan entendido que quienes nos oponemos al despliegue de la industria macrorrenovable en Euskal Herria lo hacemos desde unas premisas totalmente opuestas a la extrema derecha en auge. Lo hemos explicado en artículos de prensa, entrevistas, declaraciones, manifiestos y en todos los medios a nuestro alcance. Hoy lo reiteramos: la alternativa al capitalismo fósil no puede ser una industria que es igualmente capitalista, especulativa, devoradora del medio ambiente y de los derechos sociales. No creemos en esta transición verde, porque ni es un cambio a otro modelo energético, ni es ecológica, pues no respeta los límites planetarios ni prioriza la defensa del medioambiente.


Asimilar los movimientos sociales en defensa del territorio al capitalismo fósil de Trump significa anular cualquier posibilidad alternativa, generando una falsa dicotomía donde si no estás con la industria macrorrenovable, estás con el negacionismo climático y los intereses de las petroleras. Rechazamos esta dicotomía, como ya hemos aclarado en estas líneas, y seguiremos explicando todas las veces que haga falta que la alternativa real a la crisis en la que nos encontramos no está ni con Trump ni con las macrorrenovables. De hecho, entre estos dos extremos no hay ninguna contradicción, pues responden al mismo modelo y a los mismos intereses. La solución está en otra parte, y es el momento de ser valientes al respecto. Dejar de manipular y deslegitimar a un movimiento cuyas acciones están encaminadas a mirar la realidad de frente y asumir con humildad la necesidad de transformar el modelo existente. Nunca de favorecerlo.


Ésta es nuestra continua denuncia, resistencia y a la vez propuesta. Hecho que nos hace estar en el foco de agentes que representan a corporaciones industriales, cuyos intereses se entrelazan con el discurso político-partidista. Y en este punto es donde surge la disputa por la alternativa. Apostamos por una alternativa que, en vez de ser ámbito exclusivo de las instituciones, sea una construcción colectiva. Así vemos nuestra aportación posible.


El intento de criminalización, por un hecho ajeno a nuestras prácticas, enmascara una manipulación cuyo objetivo es aislarnos socialmente, por la necesidad de ciertos sectores que ven cómo su discurso se diluye en sus propias contradicciones. Aunque nos tachen de fascistas no lo somos. Por mucho que nos intenten alinear con el discurso de Trump, eso no es creíble. La fuerza que ponemos en movimiento es colectiva y cuestiona un modelo socioeconómico que no asume los límites biofísicos del planeta. Nuestro hacer no conduce a respuestas individualizadas, sino a un debate social que abra escenarios posibles para encaminarnos hacia las transformaciones que necesitamos.


2025/04/27
bottom of page